El rey Luis XVI de Francia sigue siendo una figura relevante para nuestra historia universal que, nos ubica en los movimientos de explosión social que dieron pie a la Revolución Francesa.
Su muerte también significó una serie de malas estrategias políticas y abandono o consideración por el pueblo que, este mismo reclamó su cabeza cuando comenzaron las protestas ante la forma de gobierno de esta monarquía.
Para el siglo XVIII las formas de monarquía gubernamental venían desplomándose en el mundo; por lo que también Francia estaba a la expectativa de que ocurriese la misma suerte.
Hay historiadores que argumentan que el rey Luis XVI pudo haber salvado su vida; dado a que el país no temía de la monarquía en sí al menos que esta fuese constitucional. Sin embargo, el pueblo francés tenía muchos motivos como para explotar ante la realeza; por lo que no temieron en el pulso de llevar a cabo su ejecución.
Voto por la muerte
Ante una sociedad sumida en la extrema pobreza, y una nueva república naciendo, se llevaron a cabo múltiples sesiones en la Asamblea; para decidir si se conservaba la vida del Rey o este mismo sería ejecutado bajo los crímenes de injusticia. Finalmente estas decidieron en poner totalmente el peso de la nueva ley bajo la guillotina; en pocas palabras se desprendería la cabeza del ex monarca.
Se dice que las últimas palabras que pudo mencionar segundos antes de su ejecución fueron súplicas ante Dios; pidiendo que éste nunca vertiera su sangre bajo la nación francesa. Luis Capeto, como se le conocía bajo su nombre de ciudadano común, le fue arrebatada la vida un 21 de enero de 1793, a eso de las diez de la mañana. El pueblo vio como su voluntad se realizaba mientras celebraban victoriosamente la decapitación de quien fuera su rey.